Caminando por la calle laralaláaa iban las Pacho debatiendo
sobre la tecnología, la hipercomunicación y la estupidez humana, temas que
siempre nos gustan. El origen, una familia amante de las teclas y los
colorines.
S. – He conocido a un gnoooooooor y a su padre.
E. - ¿Padre gnor?
S. – No, padre majete. Es un señor ultrafeliz y campechano
con sus rituales superrutinarios como tomarse dos cafés al día más o menos a la
misma hora. Y juega a las tragaperras. Siempre. Todos los días. Es fuerte porque el hijo con 25 años
menos se le ve que va exactamente por el mismo camino, sus dos cafés al día, su
partida, sus cosas de gnor. Lo peor es que está todo el día conectado a su
tablet contando a quien quiera escuchar (o no tenga más remedio) curiosidades
de interné, o lo que es lo mismo, datos estúpidos.
E.- ¿Pero en qué plan?
S. – En plan un orangután en la China mea al año 300 veces
su peso. O un mapache en la
India ha aprendido a escribir sánscrito.
E.- ¡Qué pesaooooooooooo!
S.- Y no contento con eso, el otro día se puso en plan pecho palomo a decir que no había mirado en móvil en no sé cuánto rato y tenía la asombrosa cantidad de ¡6! mensajes de wasap.
S.- Y no contento con eso, el otro día se puso en plan pecho palomo a decir que no había mirado en móvil en no sé cuánto rato y tenía la asombrosa cantidad de ¡6! mensajes de wasap.
E.- Pero ¿por quéeeeeeee hace eso la gente?! – E. renuncia a tener wasap, lo que muchas
veces atrae como moscas a listillos que, como el gnor que nos ocupa, se
pavonean de los cienes y cienes de mensajes que tienen. Ella sabe que eso es
bien normal, pero no rechista. Asiente y sonríe. – ¡Hay muchas personas que
hacen eso! (No daremos nombres para
evitaros los tomatazos callejeros, presumiditos.)
S.- Es que no entiendo yo tampoco, qué necesidad.
La culpa es de la caca. |
E.- Había unas chicas detrás de mi en el bus que tenían todo, ¡TODO! Iban diciendo: “Pues el otro día vi por Tuenti…”, “Me mandó un privado por Facebook…”, “Me escribió un wasap y me dijo…”, “Me mencionó por Twitter…”, “Le mandé un mensaje para felicitarle…”, “Tía, qué fuerte, ¿le mandaste un mensaje?”, “Sí, tía”. Puf, me da agobio de pensarlo, ¿te imaginas nuestros 15 años así?
Seguro que nos hubiera pasado algo así... |
S. – La verdad es que desde que fuimos adolescentes han
cambiado muchísimo las cosas – Momento abuelo
Cebolleta que apunta a que nos vamos haciendo mayores, claramente- pero me
acuerdo de las vueltas que dábamos al parque si un día no nos encontrábamos con
Fulanito - (póngase aquí el nombre del
que fuera motivo de los suspiros de S. en ese momento) – y empezabas a
imaginar: ¿estará en el pueblo?, ¿le habrán castigado?, ¿se habrá muerto? - este punto drama aún no lo ha perdido.
E.- Puf, ¿y cuando tenías que llamar por teléfono a un
chico, o él te llamaba a ti? Cotillismo y guasita en casa uuuuuuuuuuhhhh te
llama un chicoooo uhhhh quién eeeees… aunque fuera el feo de clase para hacer
un trabajo. Esas cosas se han perdido, ya no hay esa valentía.
S.- Ya, ahora un puto wasap y ale, ya está hecho.
E.- Pues yo me alegro de haber vivido así mis 15.
S.- Pues yo seguro que hubiera ligado más.
E.- A lo mejor, pero menuda calidad chunga de ligoteo.
Para que veáis, no se ha mencionado un solo gato en toda la conversación. A veces, las Pacho saben hablar de otras cosas.
S.- Pues yo seguro que hubiera ligado más.
E.- A lo mejor, pero menuda calidad chunga de ligoteo.
Para que veáis, no se ha mencionado un solo gato en toda la conversación. A veces, las Pacho saben hablar de otras cosas.
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